sábado, septiembre 01, 2007

AL OTRO LADO DEL ARCO IRIS


De repente volteaste por sobre tu hombro y pronunciaste mi nombre.-

¿Me olvido algo?, me preguntaste con un tono ligeramente triste.

Revisé entre mis cosas y encontré tu gorra favorita, esa que es toda de lana y te hace la cara redonda como una manzana.- Llevala, te dije decidida.

Seguí buscando entre mi bagaje de recuerdos y encontré una hoja amarillenta con un garabato que parecía un ovillo de lana.-

¿Te acordás?, pregunté iluminándote con una sonrisa. Era el camino para llegar al otro lado del Arco Iris y era nuestro secreto.

Te lo di, sabía que lo ibas a precisar para no perderte en la bruma blanca y espesa, esa por donde transitan las almas que deambulan inertes, grises y vacías.

Junto con el plano para atravesar el Arco Iris te di un manojo de flores secas, que habíamos juntado una tarde de primavera que ya no recuerdo.

Me preguntaste si tenía frío, pero el frío llegaría mucho después.

Por último puse entre tus manos una linterna, que al reflejarla en la pared dibujaba una estrella fugaz, era un regalo tuyo de una Navidad no muy lejana.

Nos abrazamos fuerte, te costaba dejarme allí, sola al costado del camino. Abriste mi plano garabateado y comenzaste a caminar, hasta que el horizonte te convirtió en un punto casi invisible.

El tiempo pasó y sabía que no ibas a volver, pero cada noche te busco, me asomo por la ventana y una lluvia de flores secas cae sobre mí al tiempo que una estrella fugaz me guiña el ojo cómplice, como diciendo:

- Acá estoy, finalmente llegué.


Dedicado a mi viejo.


LAURA

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